
Desde el inocente discurso irreflexivo adolescente de "Nuclear, no gracias", pasando por la duda razonable de necesitar un ancho de energía suficiente para mis n aparatos electrónicos y a la vez abogar por un mundo menos residual.
Hemos ido desde las antiguas y continuas manifestaciones anti-nucleares a la de hoy a favor de los puestos de trabajo que se pierden en Miranda de Ebro. Todas razonables.
Quién da la última palabra? Una promesa electoral? Un informe técnico? Un modus vivendi? Dios dirá.