miércoles, 7 de noviembre de 2007

La ceniza


Una vez hubo truchas en los arroyos de la montaña.
Podías verlas en la corriente ambarina allí donde los bordes blancos de sus aletas se agitaban suavemente en el agua.
Olían a musgo en las manos. Se retorcían, bruñidas y musculosas.
En sus lomos había dibujos vermiformes que eran mapas del mundo en su devenir. Mapas y laberintos. De una cosa que no tenía vuelta atrás. Ni posibilidad de arreglo.
En las profundas cañadas donde vivían todo era más viejo que el hombre y murmuraba misterio.


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